Luis Adelantado Valencia se complace en presentar la primera exposición en la galería del artista Carlos Fernández-Pello bajo el título Elige todo, una exposición en torno al género de la obra de arte y a cómo la batalla por su definición, por rara que sea, acaba sucumbiendo a la lógica del sistema de marcas.
Desde hace más de diez años la práctica de Fernández-Pello se interesa por la vida secreta de las obras. Su trabajo oscila entre lo útil, el objeto de diseño, lo inútil, youtube, la contemplación, el resto del trabajo, la pintura, imágenes para Vevo o la docencia. Como si fuesen entidades con agencia propia, le interesa pensar qué es lo que hace una obra cuando está guardada, cuando se rompe, cuando se desgasta o cuando pasa el tiempo y se hace vieja. Cuando no se expone. A través de una suerte de auto-etnografía en la que confluye su propia historia con los tiempos angulares de las cosas, Fernández-Pello acumula un currículo formal de sus obras viendo cómo cambian, cómo retroceden, cómo se visten de otras cosas, cómo una pintura se disfraza de escultura o cómo una camiseta se hace cuadro, redefiniendo no ya lo que son sino cuestionando el concepto mismo de ser algo.
En esa línea, Nietzsche proclamaba en su libro Más allá del bien y del mal que «todo lo profundo ama la máscara o el disfraz». Detrás de esta provocación residía la idea clásica de que existe una verdad originaria de las cosas, oculta tras multitud de máscaras. Pero hace ya tiempo que la búsqueda de esa verdad se postuló como la última de las máscaras; la última de las ficciones; la última de las marcas que podemos comprar. ¿Y si no hubiera verdad alguna? ¿Y sí solo fuese un trademark?
El objetivo tramposo de una retrospectiva sería también ese: poner toda la obra en un mismo lugar con la intención de desentrañar ‘la verdad’ de fondo; desvelar cuál es el ritmo y resultado de toda una trayectoria. Nada más lejos de la intención de esta exposición. No hay nada cierto aquí. Al contrario, la exposición imagina un sistema cultural fantástico en el que los poetas, los artistas, abandonasen la novedad y comenzasen a copiar sin remedio. La idea de una sociedad delirante dedicada a repetir décadas completas de su historia local y extranjera; obsesionada con la ecología del repetir movimientos artísticos, repintar cada uno de sus cuadros; re-rodar cada una de sus películas; reescribir cada palabra de sus textos, reiniciar cada una de sus guerras, retocar cada nota de sus canciones. Una historia que no se mueve si no que ocupa un espacio.
Una obra de arte que elige, en el mismo instante, ser todas las obras de arte.